miércoles, 13 de febrero de 2013

Océano de Esperanza


Llegó la calma después de una tormenta de arena que parecía infinita. El marchitado y asfixiado corazón estaba cansado de sentir el azote de la ola de calor de la desesperación. Temeroso hasta de latir, se ve inmóvil enredado en una camisa de rosales sin flor. Una camisa llena de espinas que el corazón nunca supo aceptar. Su ego prometía el cielo en cada flor, pero nunca llegaron las flores. El corazón se sentía traicionado; abandonado por el riego diario del amor y totalmente ausente del abono de la comprensión.

Desconoce si fue un acto de fe, la falta de esperanza, sentir cada centímetro de su cuerpo, percibir un apaciguado latido, olvidarse del pasado, despreocuparse del futuro, aferrarse al presente, o tal vez sentir un hilo tirando de su cabeza hacia el cielo mientras la majestuosidad de la energía del universo atravesaba su cuerpo. Quizás fue una mágica combinación de todos los elementos. Llegó un momento especial, un renacer, por primera vez en su vida dejó entrever la luz que podía mostrar al mundo. 

Por un instante se sintió centrado en el camino de en medio entre la Tristeza y la Alegría.

Como un bebé recién nacido al darse cuenta de que ha llegado a este efímero mundo, comenzó a llorar. Pero no eran lágrimas normales, eran pequeños oasis de tristeza provenientes del desierto de su alargado sufrimiento. Inmóvil y estupefacto, dejaba que sus oasis recorrieran la senda del tiempo a través de su rostro, hasta desembocar en el olvido del pasado. 

En ese mismo instante su alma comenzaba a sumergirse en un océano de esperanza donde las suaves y finas olas no dejaban de acariciar su corazón. Había encontrado la paz después de una gran guerra. Su bandera blanca para mostrar al mundo era una gran sonrisa sincera en su lagrimado rostro y en su iluminado corazón 
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Olas Acariciando